Para algunos de los niños que siguen el taller de carpintería, este es su tercer año de formación. Así que al iniciar este curso escolar pensamos tres cosas que podrían ser interesantes de aprender, pues
podrían ser un buen negocio en el mercado local. Lo primero sería hacer un salón, es decir un conjunto de sofás, a continuación se valoró importante saber hacer plafones, pues cuando las casas no se construyen con paja si no se quiere dejar la chapa metálica directamente sobre la casa, el falso techo se fabrica con madera y en tercer lugar decidimos importante saber hacer un ataúd.
¿Por qué un ataúd? Como podréis imaginar no hay servicios de funeraria en este país. Cuando alguien se muere se envuelve en telas, a veces nuevas, otras veces no, y si ya se tiene algunos medios se compran unas maderas y allí mismo en el lugar del velatorio se fabrica una especie de cajón donde se mete el difunto. Sólo en las grandes ciudades como Ndjamena, Mondou o Kelo puedes encontrar un ataúd ya fabricado, pintado y de mejor calidad. Así pues saber hacer un ataúd podría ser otra manera de ganarse la vida.
Esta parte del temario no fue fácil de entender para todo el personal ni tampoco para los niños a quienes hubo que explicarle que aprender a hacer un ataúd no era llamar a la muerte, más bien una manera de ayudar a la familia o a los vecinos cuando llegaba un caso de muerte.
Entre certezas y dudas de que esto era lo mejor decidieron empezar el curso por aquí. De la madera pasaron a la pintura simple, después lo decoraron con unos toques biselados de otra pintura, más tarde la tela brillante del interior, unos encajes en los bordes, una ventanita frente al rostro, también su cristal y luego un crucifijo dorado y unas asas. Tanto tiempo estuvo el ataúd en el taller de carpintería
que los profesores, acostumbrados a que esto se fabrique cuando alguien ya está muerto, se nos acercaron un día a decirnos que por favor lo terminásemos ya pues el muerto debería estar en muy mal estado.
Una vez terminado los niños están contentos y orgullosos de su trabajo. Entre los trabajadores ha cambiado la aptitud inicial y ahora hay quien quiere comprar el ataúd y tenerlo guardado para cuando
fallezca uno de sus seres más queridos. Ante tales elogios la autoestima de los niños continúa aumentando y es aquí cuando se les ocurre decir que su ataúd está tan bien hecho que sólo podría ser para el jefe del cantón o para el obispo.
¡Vaya tela tienen estos niños! Les ayudas y te preparan hasta un ataúd!
podrían ser un buen negocio en el mercado local. Lo primero sería hacer un salón, es decir un conjunto de sofás, a continuación se valoró importante saber hacer plafones, pues cuando las casas no se construyen con paja si no se quiere dejar la chapa metálica directamente sobre la casa, el falso techo se fabrica con madera y en tercer lugar decidimos importante saber hacer un ataúd.
¿Por qué un ataúd? Como podréis imaginar no hay servicios de funeraria en este país. Cuando alguien se muere se envuelve en telas, a veces nuevas, otras veces no, y si ya se tiene algunos medios se compran unas maderas y allí mismo en el lugar del velatorio se fabrica una especie de cajón donde se mete el difunto. Sólo en las grandes ciudades como Ndjamena, Mondou o Kelo puedes encontrar un ataúd ya fabricado, pintado y de mejor calidad. Así pues saber hacer un ataúd podría ser otra manera de ganarse la vida.
Esta parte del temario no fue fácil de entender para todo el personal ni tampoco para los niños a quienes hubo que explicarle que aprender a hacer un ataúd no era llamar a la muerte, más bien una manera de ayudar a la familia o a los vecinos cuando llegaba un caso de muerte.
Entre certezas y dudas de que esto era lo mejor decidieron empezar el curso por aquí. De la madera pasaron a la pintura simple, después lo decoraron con unos toques biselados de otra pintura, más tarde la tela brillante del interior, unos encajes en los bordes, una ventanita frente al rostro, también su cristal y luego un crucifijo dorado y unas asas. Tanto tiempo estuvo el ataúd en el taller de carpintería
que los profesores, acostumbrados a que esto se fabrique cuando alguien ya está muerto, se nos acercaron un día a decirnos que por favor lo terminásemos ya pues el muerto debería estar en muy mal estado.
Una vez terminado los niños están contentos y orgullosos de su trabajo. Entre los trabajadores ha cambiado la aptitud inicial y ahora hay quien quiere comprar el ataúd y tenerlo guardado para cuando
fallezca uno de sus seres más queridos. Ante tales elogios la autoestima de los niños continúa aumentando y es aquí cuando se les ocurre decir que su ataúd está tan bien hecho que sólo podría ser para el jefe del cantón o para el obispo.
¡Vaya tela tienen estos niños! Les ayudas y te preparan hasta un ataúd!
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