viernes, 7 de febrero de 2014

Los primeros alumnos externos de Bayaka

Hoy queremos  presentaros a los alumnos externos. Una de las metas que al llegar a Bayaka  nos proponíamos junto al obispo. Se trataba de que un grupo de alumnos asistiesen a las clases pagando una cantidad mínima que serviría para cubrir sus gastos y al mismo tiempo los niños internos se podrían relacionar con otros niños del entorno. Esta idea, como tantas otras al principio, nos pareció difícil de organizar, pues no conocíamos a nadie, cómo serían estos niños ni tampoco qué criterios se necesitarían para  esto.
En esta etapa de nuestra vida misionera vamos conociendo que  no todas las cosas se aprenden de un golpe, ni siquiera si alguien pudiese anticiparse para explicártelas podrías entenderlas, pues hay cosas que aprenderás cuando hayas vivido lo que hoy tienes que ser y hacer con lo cual mejor no perder la paciencia o agobiarte por el futuro. Baste a cada día su afán.
Así pues durante el Curso de Verano  el profesor de carpintería fue viendo que había algunos niños habilidosos. Al finalizar el curso les pedimos a los profesores una  lista de mejores alumnos. El número propuesto era adecuado, seis carpinteros y cinco costureras y de esta forma pensamos que podrían continuar su formación los que serían los primeros alumnos externos del Centro Educativo Charles Lwanga. Tanto los niños como las niñas pertenecen a las dos escuelas vecinas  a las
que estamos apoyando. Convocamos a los profesores y al AMPA y les presentamos la idea, ante
la cual se manifestaron agradecidos y dispuestos a colaborar.
Invitamos a los padres de los alumnos elegidos a visitar los talleres y el Centro y así conocer qué iban a hacer sus hijos, de esta manera su implicación sería mayor. “Hicimos números” y vimos que los gastos por admitir a estos alumnos no eran muy grandes para el Centro, pues el profesor, los útiles y las máquinas son las mismas, lo que varía es el material que necesitan para hacer los trabajos, con lo cual acordamos que se formarían de manera gratuita y como aportación de los niños,  el Centro dispondría de los productos que fabricasen  para su venta.
Hasta el momento sólo podemos disfrutar con estos chavales pues sólo el hecho de pertenecer a una familia normalizada les da un carácter tan agradable que beneficia muchísimo a nuestros niños carentes de un hogar. Además ellos son conscientes de esta gran oportunidad con la que están contentísimos.
Aquí os dejamos la foto que nos hacíamos el día de la fiesta de clausura de fin del primer trimestre.
Entre los chicos veréis a nuestro amigo Anatol, de quien os hablábamos durante la escuela de verano. Él no estaba en esa lista de niños mejor capacitados para la carpintería y cuando se enteró de que admitiríamos a alumnos externos vino y nos preguntó si él podría  venir. Fue una pregunta difícil de responder y aunque se lo explicamos no se quedó convencido. Al día siguiente vino y nos trajo unos pequeños paquetitos de  azúcar, leche y nescafé de la tienda de su abuelo y no volvió a preguntar nada aunque sí esperaba una respuesta afirmativa para venir al taller de carpintería, al día siguiente volvió a venir con otros paquetitos de  azúcar y galletas y como seguíamos sin darle respuesta,
al tercer día decidió no traernos nada y venir directamente al taller de carpintería.  Una tarde vemos que   hay un caballo que pareciera querer coger el serrucho, preguntamos y así  fue como conocimos que nuestro amigo Anatol se había autoadmitido en el taller. Él viene cada día en su caballo y mientras está en el taller lo deja atado a un árbol para luego hacer los cuatro kilómetros de vuelta a su casa.
¡Cómo pudimos reírnos cuando conocimos esta historia! Evidentemente lo
hemos incluido entre los alumnos externos.

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